Llega el invierno y con el frío aparecen una serie de virus que afectan a los lactantes más pequeños ocasionándoles una enfermedad llamada bronquiolitis, que si no se diagnostica y controla de forma adecuada puede ocasionar un cuadro grave respiratorio en el niño.
La bronquiolitis es una enfermedad respiratoria aguda que afecta a los lactantes menores de 2 años pero que es en los menores de 6 meses donde aumenta la frecuencia y la gravedad. Se suele dar con mayor frecuencia en bebés que han sido prematuros o que padecen enfermedades respiratorias, cardíacas, malformativas o cualquier tipo de inmunodeficiencia.
El causante de la enfermedad suele ser un virus llamado “virus respiratorio sincitial (VRS)”, pero existen otros virus típicos del invierno que también pueden ocasionarla y originar una afectación de los pequeños bronquiolos terminales que se llenan de moco y el lactante se ve incapaz de poder despejarlos con la consiguiente dificultad respiratoria. Es una enfermedad con predominio estacional, desde finales de noviembre a principio de marzo, son los meses de mayor frecuencia.
El cuadro clínico se suele iniciar en un lactante sano con un aumento de la secreción nasal, leve febrícula, estornudos, tos seca, rechazo del alimento, alguna sibilancia o pito al respirar y una dificultad respiratoria más o menos progresiva que es la que nos indicará el grado de gravedad del proceso y su posible hospitalización.
Ya que sobre el 15% de los lactantes afectos precisan ingreso hospitalario por su mala ventilación y un porcentaje alto de estos, sobre todo los menores de 4-6 meses requerirán ingreso en una unidad de cuidados intensivos ya que es una enfermedad que puede manifestar una verdadera dificultad respiratoria con cifras de oxígeno bajas en sangre siendo necesario su monitorización y vigilancia por si precisaran respiración asistida.
En el 85% de los afectados la sintomatología es más leve, existiendo una ventilación más o menos adecuada de ambos campos pulmonares, con presencia de ruidos de transmisión y evidenciando en muchos casos un pequeño tiraje (movimientos respiratorios incoordinados en los que las costillas se marcan al respirar) que es secundario al moco acumulado.
Estos cuadros si son leves se suelen tratar sin problemas en atención primaria pero lo que si que es importante es que sean revisados por su pediatra cada 48-72 horas o antes si empeoran. El cuadro clínico si no se complica puede durar hasta 10 días, disminuyendo de forma lenta pero progresiva la sintomatología antes comentada.
El papel de los padres frente a esta enfermedad
Los padres deben de vigilar estrechamente a sus hijos durante el periodo agudo de la enfermedad si están en casa valorando en todo momento que la evolución sea la adecuada y ante un aumento de la dificultad respiratoria, presencia de palidez del niño, uñas moraditas e incluso apneas que son pausas respiratorias, no tendrán que demorar el traslado del niño al hospital pues tiene todos los síntomas de empeoramiento respiratorio grave que precisará ser reevaluado por el pediatra por la posibilidad de ingreso hospitalario.
Las complicaciones en los casos más graves también se pueden dar y observamos que los lactantes que han padecido una bronquiolitis grave son más propensos a cuadros respiratorios los meses siguientes al episodio inicial.
Así mismo, en algunos casos se pueden complicar con infecciones bacterianas que ocasionen un cuadro neumónico que complique el pronóstico de la enfermedad. Igualmente, se han observado una mayor incidencia en cuadros de bronco espasmo e incluso de asma en los lactantes que en su primera etapa de la vida padecieron cuadros de bronquiolitis.
Tratamiento de la bronquiolitis
El tratamiento irá encaminado a mejorar la oxigenación e hidratación del lactante y es por ello que en las fases iniciales de la enfermedad recomendamos lavados nasales con suero fisiológico, posición semiincorporada, ofrecer tomas de poco volumen de forma más seguida, mantener la habitación bien ventilada y por supuesto libre de humo del tabaco.
El tratamiento farmacológico suele ser poco efectivo a estas edades por lo que se usa muy poco, solo empleamos tratamiento sintomático para bajar la fiebre si la hubiera y poco más. Sabemos que el curso de la enfermedad se puede prolongar hasta unos diez días, mejorando la respiración, disminuyendo la tos y las secreciones nasales y aumentando el apetito del niño.
En los casos graves ya comentados, el tratamiento será hospitalario y en muchos casos precisará terapéutica intensiva que estará en función de la afectación respiratoria del niño.
Por tanto, como recomendación general a los padres, si vuestro hijo tiene los síntomas descritos anteriormente, actuar con tranquilidad pero sin confiaros, vuestro pediatra será el que marque las pautas de actuación y os recomiende la actitud más conveniente para cada caso.
Los movimientos respiratorios del lactante y su coloración serán los signos a vigilar de forma más estrecha, hidratarlo de forma adecuado vigilando que orine bien y colocarle como ya comentamos en posición semiincorporada para facilitar la respiración manteniendo los orificios nasales lo más limpios posibles de moco.
Fuente: Mujer y Salud