No es que los ancianos tengan menos fiebre. Sin embargo, como naturalmente tienen un cuerpo «más frío», muchas veces el aumento de la temperatura corporal no se toma como un síntoma de algo más grave en este grupo etario.
Y es que, lo que sucede, es que a medida que envejecemos, la temperatura corporal promedio tiende a bajar. La diferencia puede llegar a ser de 1ºC en comparación con adultos y adolescentes.
En otras palabras: si la persona mayor está normalmente a 36ºC y, en un día determinado pasa a 37,1ºC, esto ya puede representar un estado febril, incluso si el diagnóstico de fiebre solo se da alrededor de los 38ºC en los más jóvenes.
Esta confusión, a su vez, puede dificultar y retrasar el diagnóstico de enfermedades comunes o más graves a partir de la sexta década de la vida, como infecciones del tracto urinario y neumonía.
Al contrario de lo que sucede con los niños, la fiebre no debe ser vista como el síntoma principal entre los ancianos, señalan los geriatras consultados por BBC News Brasil.