La primera vez que María Fernández caminó por las calles de Downey fue para repartir panfletos promocionando su servicio de limpieza de casas.
Era mediados de la década de 1990 y la entonces joven mexicana sabía que en esa ciudad del condado de Los Ángeles había propiedades lo suficientemente grandes para generarle buenos ingresos.
Downey, 20 kilómetros al sureste del centro de la ciudad de Los Ángeles, era un suburbio idílico donde, entre otras cosas, se había desarrollado el importante programa espacial Apolo en los años 60.
Poblado en gran mayoría por estadounidenses blancos anglosajones, Fernández no se proyectaba viviendo allí.